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Noticias Direccionar 



Más allá del talento, más allá incluso de la propia inteligencia, está la disciplina. Para los japoneses esta dimensión es fundamental y debe transmitirse a los niños desde edades tempranas. Gracias a ella y al sentido de la integridad, la sociedad nipona mantiene un sentido del orden en casi cualquier esfera, la social, la educacional, la empresarial, etc.

A menudo, la mirada occidental sigue admirándose por los modales y exquisita corrección que caracteriza a esta cultura. Pero también nos llama la atención, por ejemplo, el modo en que se asientan en los mercados creando compañías tecnológicas tan sólidas como productivas.


Nos admira también su capacidad para reponerse ante la adversidad. Lo hicieron en la II Guerra Mundial y lo consiguieron también hace poco tras el accidente nuclear de Fukushima I. Sabemos no obstante, que en cuestión de persistencia, resistencia y disciplina cuentan con raíces sólidas, esas que tradicionalmente ya definieron en su día a los monjes Zen o a los samurai.


La necesidad de ser eficientes de contribuir con su trabajo, actitud, cortesía y disposición al bien de la comunidad es algo que sin duda sigue llamándonos la atención. Sabemos que en ocasiones, eso sí, este enfoque nipón puede caer en un nivel de exigencia demasiado alto por el cual, muchas personas (en especial los más jóvenes) se sienten claramente sobrepasados.


De ahí la ansiedad, el estrés y la elevada tasa de suicidios que sigue aumentando año tras año. No hay que derivar por tanto en ese extremismo, ahí donde la disciplina limita la libertad y la realización personal. Sin embargo, siempre es positivo aprender de su filosofía para adaptarla (a nuestra manera) en nuestros contextos cotidianos.


“Con fe, disciplina y desinteresada devoción al deber, no hay nada que merezca la pena que no puedas lograr”.

-Muhammad Ali Jinnah-


La disciplina según la cultura japonesa, 3 claves para aplicarla


Un aspecto que llama la atención es el propio lenguaje japonés. En él hay expresiones que no existen en otros idiomas. Es ahí donde se impregna también la importancia del reconocimiento al otro y de su trabajo. Frases como “O Tsukaresama Desu” (te exalto humildemente en tu estado de agotamiento) es, por ejemplo, un modo de reconocer la labor y el esfuerzo ajeno.


Por tanto, la disciplina es esa raíz que todo lo nutre y que se expande en casi cualquier contexto. Con ella se afianza el talento y es ella a su vez la que tiene a menudo más valor que la propia inteligencia en esta cultura. Veamos por tanto esas tres claves que les permiten desarrollarla.



La organización

Una adecuada organización nos puede permitir dos cosas: ahorrar tiempo y ganar en eficiencia. Algo así es más que esencial para cualquier lugar y contexto. Una casa organizada es un hogar en armonía. Una escuela donde cada maestro, alumno y personal tiene claras sus funciones, mejora el desarrollo del trabajo cotidiano.


A su vez, la organización en un entorno laboral, pequeña o gran empresa, le permite optimizar las tareas, actuar con mayor presteza respondiendo a los desafíos. A su vez, tampoco podemos dejar de lado que en las compañías niponas, los líderes están pendientes de casi cualquier detalle de las tareas del día a día. El compromiso por parte de cada individuo es fundamental.


La limpieza

La limpieza es algo más que eliminar suciedad de los espacios, es también ofrecer equilibrio a las vidas. Un ejemplo conocido por todos es el gran éxito de figuras como Marie Kondo y su método para ordenar y limpiar casas. Todo lo sucio y lo desordenado afecta al bienestar y a la propia mente, por ello, es necesario llevar a cabo una serie de pasos para devolver esa armonía a todo espacio.


De este modo, y para promover la disciplina, los japoneses ponen en práctica desde bien temprano una estrategia conocida como las cinco “s”:


  • Seiri: tirar aquello que ya no es útil ni deseado.

  • Seiton: cada cosa debe tener su lugar, un espacio exclusivo.

  • Seiso: cada persona, incluidos los niños, deben asegurarse de mantener limpios todos los espacios, tanto públicos como privados.

  • Seiketsu: tener unas normas estandarizadas de limpieza, una reglas claras y entendidas por todos.

  • Shitsuke. Este término significa también “disciplina” e implica cumplir con lo anterior diariamente.


La puntualidad


Otra de las claves de la disciplina es sin duda esa dimensión tan nipona: la puntualidad. Ahora bien, más allá de lo que podamos pensar, este término no implica solo cumplir con los horarios, acudir a nuestras citas en la hora exacta establecida previamente.


La puntualidad es también ser firmes con nuestros propósitos. Es marcarse una meta y cumplirla. Es situar una serie de objetivos cotidianos y realizarlos con eficacia y presteza. Todo ello conforma una dimensión heterogénea donde se incluye la voluntad, el compromiso y ese esfuerzo cotidiano del que al fin y al cabo, está hecha la disciplina.


Para concluir, tal y como podemos ver todas estas dimensiones están dotadas de un nivel de autoexigencia que en ocasiones, nos puede parecer desmesurada. Todo debe tener su equilibrio. Sabemos, por ejemplo, que en Japón el nivel de disciplina, la presión y los valores morales son tan elevados que muchas personas (y sobre todo los jóvenes menores de 30 años) incapaces de resistirlo, optan por el suicidio.


No conviene llegar a estos extremos, a esta exigencia a menudo opresiva que resta libertades y calidad de vida. Aprendamos de su cultura, pero apliquemos siempre estos valores en su justa medida. Inspirémonos de su integridad, de su resiliencia, respeto a los demás y a la comunidad pero no derivemos en precipicios psicológicos tan peligrosos en ocasiones.


Hay dos maneras de pensar un país y movernos en consecuencia. La primer manera es siendo indiferentes con el futuro, la segunda es pensando que el país no lo heredamos de nuestros padres, sino que lo tomamos prestado de nuestros hijos.


Creo, en mi humilde opinión, que, si vamos por la segunda, de manera alineada (disciplinada), no tendremos que lamentar la partida del porvenir hacia el exterior.


¿Cómo emprender el cambio?


El primer paso consiste en comprometernos a hacer las cosas "BIEN", en lugar de "FÁCIL" y el facilismo cambiarlo por "SIMPLISMO" para que los buenos actos puedan ser aprehendidos por otros.


El segundo tiene que ver con el bien que hagamos. Aprendamos a disfrutarlo comunicando el resultado, por medio del silencio, caso contrario, el prestigio será superado por la imagen.


Por último, en lo que respecta a la disciplina, cada uno de nosotros, debemos obligarnos a retroceder para ver el estado de las instituciones que nos permitieron construir lo que somos y ayudarlas para poder ayudarnos.

No es fácil, siquiera simple, pero es el comienzo del camino cuando hemos avanzado tanto hacia atrás.


G.F.C.


Realmente, en Direccionar, estamos muy contentos y agradecidos a las Profesoras Sandra Gaíta, Laura Boggio y a la Universidad de la Ciudad de Buenos Aires por habernos permitido disertar sobre un tema tan desafiante como el liderazgo, ante un auditorio virtual de 85 participantes.


Resultó muy interesante analizar luego del cierre junto con las referentes antes mencionadas, y la Profesora Luciana Arnaudo, las notables simetrías encontradas en este abordaje de la conducción planteado en la órbita de aquellos que forman cotidianamente a la fuerza laboral del futuro, y los valores (a nivel político) y virtudes (en el ámbito operacional) que todo líder debe tener y ejercitar respectivamente para lograr un balance entre el cumplimiento de las metas que se le plantean y el respeto de la dignidad de aquellos cuya voluntad debe administrar.


Muchas gracias por esta práctica de transversalidad de conocimientos compartidos.

PRÓXIMA CHARLA
Haciendo que lo imposible ocurra
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